José Lobo Casares 'Lobito de Jerez' | Entrevista

“Nunca he querido competir con nadie, por eso no he tenido problemas”

  • El jerezano repasa algunas de sus vivencias como profesional, donde acumuló un sinfín de anécdotas y vivencias

  • A sus 80 años sueña con grabar un disco “con las letras mías”

Lobito de Jerez, frente al Gallo Azul.

Lobito de Jerez, frente al Gallo Azul. / Miguel Ángel González

José Lobo Casares ‘Lobito de Jerez’ (Jerez , 1942) es una de esas personas con las que apetece hablar, pues en su memoria guarda mil anécdotas y vivencias. A sus 80 años recuerda con frescura los nombres de muchos con los que antaño compartió experiencias, los suyos y los de sus padres o familiares, direcciones y hasta chismes de los que “no se pueden contar”. Es una enciclopedia de Jerez. Ya jubilado, no ha dejado de cantar ni de tocar la guitarra, pues en su día fue alumno del gran Rafael del Águila, y ahora, dedica también parte de su tiempo a componer letras. “Tengo algunas que quiero grabar en un disco”, asegura. Es puro nervio y tras perder más de 12 kilos en los últimos meses, porque “salgo a andar por la mañana y por la tarde y me privo de comer”, dice encontrarse maravillosamente.

–¿Cuándo empezó usted a cantar?

–Bueno, fue un día cuando me encontré a Antonio Núñez y me dijo ‘¿tú tienes algo que hacer el sábado?’. Yo, como era un chiquillo, le dije que sí y allá que fui a un centro salesiano que estaba por San Miguel para cantar. Coincidí con José Vargas ‘El Mono’ y nos salió muy bien. A partir de ahí, el propio Antonio Núñez comenzó a llamarme para ciertas cosas.

–O sea que fue Antonio Núñez el que le abrió las puertas de los escenarios...

–Sí, Antonio Núñez y mi primo El Sogui, que era hermano de Pepillo. Ellos nos buscaban actuaciones en toda la provincia e íbamos por los cines de verano y pequeños teatros. Recuerdo que fuimos a Conil, a La Ina, y al cine de verano Santa Gema, que estaba en el barrio Jarana de Puerto Real....

–¿Y se dedicó a partir de ahí al cante?

–Yo tenía mi profesión, carpintero, y cuando estaba en el trabajo, me llevaba todo el día cantando. Como podía permitírmelo, alternaba las dos cosas. En mi familia, mi padre cantaba, y cantaba muy bien, pero nunca lo hizo en público.

–(...)

–Al poco tiempo me llamó una bailaora que había en Jerez, Marujita Palacios. Su padre trabajaba en la Renfe y quería que su hija fuese artista. Ella bailaba muy bien flamenco pero también hacía una cosa parecida a ‘Los cinco latinos’, y claro, yo iba con más gente a hacerle los coros y también le cantaba flamenco. Estuve un tiempo con ella hasta que me harté. Por aquel entonces los domingos había siempre actuaciones en el hospicio que estaba cerca del colegio La Salle, y por allí pasaban muchos artistas de todo tipo.

–Aunque usted adquirió notoriedad en el cante tras ganar un concurso en la radio, ¿no?

–Sí, fue sobre los años sesenta en un concurso que había entonces los domingos en Radio Jerez que presentaba Manolo Fernández Peña. Eso lo escuchaba todo el mundo, porque date cuenta que entonces no había coches ni nada, y tampoco televisión, sólo la radio y a esa hora todo el mundo se ponía a escucharla. El programa era a nivel provincial y lo patrocinaba ‘La Casera’, y bueno, canté y lo gané. La verdad es que aquello me sirvió de mucho porque después de ganarlo, me di cuenta de la trascendencia que había cogido y toda la gente que lo escuchaba.

–¿Y notó entonces el hecho de haber ganado?

–Claro que sí, porque me empezaron a salir muchas cosas. Recuerdo que canté en el Villamarta en aquel concurso que hizo la Cátedra en el año 1962. Le canté a una bailaora de Jerez que era muy guapa, se llamaba Carmen Franco y era de la Vid, creo recordar.

–Ya que habla de eso, aquel fue el concurso de la polémica, el que el público pidió que ganara Terremoto....

–Sí, aquello estaba dado, según me dijeron. Terremoto cantó como siempre pero claro, Jarrito tenía mucho nombre y al final le dieron el premio a él. En los concursos siempre pasaban cosas así.

–Porque usted, ¿qué tipo de cantaor se considera?

–Bueno, yo he sido siempre un cantaor con mucho repertorio, me ha gustado mucho indagar y hacer todo tipo de cantes. Así, mientras que aquí en Jerez había gente que no salía de la soleá, la seguiriya y la bulería, a mí me gustaba hacer de todo, el zorongo, el mirabrás, en fin, de todo, y eso, cuando salías fuera, era una ventaja. Es más, a mí me ha gustado siempre hacer algo diferente a mis compañeros si ellos subían antes al escenario, porque si el que ha cantado antes ha hecho una soleá, no voy a hacer yo otra vez soleá. Eso ha pasado mucho aquí en los festivales, quizás para intentar demostrar que era mejor que tú, y al final se acaba aburriendo al público.

–Siempre se dice en Jerez que el cantaor gachó lo tiene más difícil, ¿usted ha tenido problemas al respecto?

–La verdad es que no, ni mucho menos. Entre otras cosas, y creo que me ha servido mucho, yo no he querido nunca competir encima del escenario con nadie. Me acuerdo que Manuel Morao me llevó muchos Jueves Flamencos con él y el primer día que participé hice mirabrás, y eso lo hacía entonces poca gente.

Lobito de Jerez, en otra imagen. Lobito de Jerez, en otra imagen.

Lobito de Jerez, en otra imagen. / Miguel Ángel González

–Supongo que usted también sería asiduo a aquellas fiestas que se hacían en las bodegas...

–Sí, yo iba todas las semanas a Sandeman y John Harveys y luego, ya más recientemente, he estado muchos años yendo a Los Alburejos de Álvaro Domecq. Antes se trabajaba mucho, y se ganaba dinero, la verdad. Es una pena que todo eso se haya perdido.

–¿Nunca le dio por salir de Jerez entonces?

–Sí que salí. Después de ganar el concurso, yo estaba dando clases de guitarra con Rafael del Águila y un día decidí irme a Madrid. Rafael me advirtió que aquello no era fácil, pero claro, yo era carpintero y si por alguna razón, no terminaba de trabajar cantando, podía hacerlo de carpintero. Así fue y en el año 63 me fui a Madrid.

–¿Cómo fue aquello?

–Pues mira, dio la casualidad que antes de irme, Rafael del Águila me dijo que a Balao se le había ido Veguita, que era otro cantaor de Jerez. Fui a verle a la calle Campana, me probó y como yo estaba pasado, me contrató. Nos fuimos a Madrid para actuar en la sala de fiestas Casablanca, que estaba frente al Teatro Circo Price. El cuadro lo formaba Balao, Cristóbal ‘El Jerezano’, y dos bailaoras, Ana, que era la novia de Balao, y Charo, todos de Jerez. De allí nos fuimos a Pasapoga, que era lo mejor que había en Madrid, para sustituir a Rafael de Córdoba y luego a la Costa Brava, a Lloret de Mar, donde estuvimos varios meses.

–Aquello se cobraba bien o no era para tanto...

–En Pasapoga nos pagaron muy bien, porque hubo un error con el contrato y aunque tuvimos que esperar diez días para poder trabajar, al final nos doblaron el sueldo. Y en la Costa Brava también, lo que pasa es que allí hubo un problema con el dueño, y pasamos fatigas para cobrar los últimos meses, de hecho nos dejaron a deber dinero. Menos mal que luego nos salió una cosa en el Club Melodía de Madrid y posteriormente en Canarias, donde coincidí con Juan Parra, otro gran bailaor de Jerez.

–¿Qué se hacía entonces en las actuaciones?

–Teníamos éxito porque éramos muy variados. Las niñas hacían por la tarde un pase de clásico español, hacían ‘La vida breve’ o ‘El amor brujo’ de Falla, y luego por la noche actuábamos nosotros. Nuestro repertorio era diferente, hacíamos el Zorongo gitano de García Lorca, que tenía guitarra, orquesta y cante, luego hacíamos unas cantiñas a orquesta y a guitarra, los tarantos...Eran números originales.

–Allí en Madrid estaban entonces los mejores...

–Sí, estaba lo mejorcito que había. A nosotros, que vivíamos a dos manzanas del TeatroCalderón, nos gustaba irnos allí donde actuaba La Paquera, a la que le tocaba Manolo Sanlúcar, y coincidíamos con El Malagueño, El Gitano Rubio, La Greca, que era una bailaora muy comercial...

–Pero usted llegó un momento en el que empezó a trabajar en Telefónica, ¿no? ¿Dejó entonces de cantar?

–Sí, yo entré en Telefónica en el año 67. Me presenté a unas pruebas y fui el único de Jerez que aprobó. Yo pertenecía a la brigada de Cádiz y trabajábamos por toda España, aunque nunca salimos de Andalucía. Saqué el número dos de España y a los quince días de estar en Telefónica ya era encargado de la mitad de la brigada. A mí se me daba muy bien porque como había muchas cosas de madera y yo había trabajado de carpintero, tenía una ventaja sobre los demás. Entonces claro, durante un tiempo no canté, porque el trabajo no lo permitía. Ya luego sí pude.

–¿Y se ha llegado a arrepentir de aquello?

–Sinceramente, no. Mi trabajo era muy bueno para rechazarlo y nunca me he arrepentido. Y eso que tuve muchas propuestas y de gente buena. Yo le llegué a decir que no a Trini España, una bailaora de primera línea que me quiso llevar en su compañía, y lo mismo me ocurrió conRafael Farina. Un día me vio cantar en Madrid Porrina de Badajoz y me preguntó si yo quería trabajar con Rafael, pero le dije que no.

–Lleva usted casi toda la vida cantando, ¿guarda algún recuerdo especial?

–Bueno, recuerdo una vez que me llamaron para cantar en Mairena y allí estaba Antonio Mairena. Cuando terminé, se acercó a mí, me felicitó y me preguntó si yo era gitano. Le dije que no y me contestó: ‘Pero eres de Jerez’. Eso no lo puedo negar. Le gustó una soleá que hice.

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