Teatro Villamarta

La gran noche de Santiago Lara

  • El Teatro Villamarta se rinde al estreno de la primera obra sinfónica del guitarrista jerezano, guiado por la magnífica Orquesta Álvarez Beigbeder

Santiago Lara, durante un momento del concierto.

Santiago Lara, durante un momento del concierto. / Miguel Ángel González

Con un Teatro Villamarta a rebosar, Santiago Lara escribió el pasado viernes con mayúsculas en el libro de la historia de la guitarra de Jerez, gracias al estreno de su primera composición para orquesta. Fue apenas una hora y cuarto de concierto, pero una hora y media en la que el público disfrutó de un espectáculo excelso y en el que el músico jerezano daba, de esta forma, un paso rotundo en su carrera.

No era fácil la enmienda, primero estrenar su primera creación, Concierto número 1 para guitarra y orquesta, y luego, en el más difícil todavía, abordar una obra tan compleja y sui generis como el ‘El Concierto de Aranjuez’ de Joaquín Rodrigo.

No tuvo malos aliados, yo diría que los mejores para ello. De un lado, la Orquesta Álvarez Beigbeder, que una vez más demostró con solvencia su categoría, pidiendo a gritos más protagonismo dentro del propio Teatro Villamarta, como ocurre con otras formaciones similares en otras ciudades; y de otro, la colaboración de dos artistazos flamencos, Mercedes Ruiz y David Lagos, cuya fortaleza escénica les basta para hacer de lo minimalista, un todo absoluto. Su aparición fue mínima, apenas una pincelada para separar El Concierto de Aranjuez del Concierto Nº1 para guitarra y orquesta, pero lo suficiente como para levantar al público de sus sillas, gracias al talento de ambos.

Inició la noche Santiago sin miedo a nada. A puerta gayola si hablásemos con el argot taurino, acometiendo sin tapujos y desde el máximo respeto, una de las composiciones más reconocidas en el mundo. Sus tres movimientos no sólo requieren de un conocimiento absoluto del mástil de la guitarra, sino de la pura técnica y el ritmo, todo condimentado con el magnífico arrope de la orquesta que dirigió José Colomé.

A pesar de haber afrontado estos últimos meses con una lesión en un dedo de su mano derecha que complicó más aún su puesta en escena, Santiago Lara no dio opción a la más mínima duda, e interpretó con maestría las tres partes de la obra, ganándose al público en cada nota y en cada silencio.

De una obra clásica a más no poder, al flamenco de hoy día, el que protagonizaron Mercedes Ruiz y David Lagos. Sin necesidades de alardes, con el cante y el baile como pilares, bailaora y cantaor se despacharon a gusto bajo el manto de la soleá y las cantiñas, viajando por momentos a Jerez, a Cádiz y pasando incluso por esas alegrías de Córdoba tan musicales. Puro arte.

Llegó entonces el momento del gran estreno. Santiago pareció que se había desprendido por completo de la seriedad y el respeto que infringe la obra de Joaquín Rodrigo, y asumió su papel principal mucho más suelto, y plenamente convencido de su trabajo.

Sus tres movimientos fueron como una oleada de aire fresco para el teatro, todos interpretados con una naturalidad, un dinamismo y una fuerza que contagió por completo al público, en un ejercicio de conocimiento, técnica y versatilidad del artista jerezano.

Con la Orquesta Álvarez Beigbeder marcando siempre el paso, y el apoyo fundamental de la percusión de Perico Navarro, el guitarrista logró el éxtasis musical con el garrotín, elaborado para su tercer movimiento, una creación que caló bastante en el patio de butacas, rendido a su categoría como creador e intérprete. Casi nada. Lástima que en un día tan grande para Jerez, su flamenco y su música en general, no hubiese representación municipal. Menos mal que sí hubo compañeros de profesión que sí quisieron arropar al talentoso músico. Reproches al margen, lo realmente importante fue su triunfo absoluto, sin olvidarnos, una vez más, del acierto en la apuesta de Isamay Benavente. Sin duda, este arrojo lo echaremos de menos ahora que no está.

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