Entrevista

Francisco Bejarano: "Uno siempre es un niño"

'Contra el júbilo' Francisco Bejarano / Lucas G./ M.A. González

Escrito por

A. Cala

"En este rincón que me gusta tanto" se sienta Francisco Bejarano (Jerez, 1945). Comienza la charla en el lugar escogido en la casa del autor. Un espacio realmente luminoso y confortable, trufado con multitud de objetos y obras de arte que hablan de alguna manera de su dueño. Es el Día de San Valentín, santo que junto a una velita encendida es testigo de la entrevista. No es el escritor un gran amante de citas con los medios, le sacan de su rutina, pero el "engorro" de focos, cámaras y demás se va desvaneciendo con el transcurrir de la conversación.

El jerezano publicará este lunes, 19 de febrero, su nuevo libro de poesía, 'Contra el júbilo' (Renacimiento). Hay prevista presentación, pero por ahora no hay fecha confirmada. Un acto que prefiere Bejarano que sólo se haga en Jerez, "porque andar por fuera para mí es un engorro (recurre a la palabra que define de nuevo muy bien todo este trastorno mediático). Yo lo que quiero es estar en mi casa la mayor parte del tiempo. Sé que no es bueno estar en la casa todo el día, y solo, pero por eso salgo a diario un rato y me visita gente para hacerme compañía y asegurarse de que sigo vivo (dice medio en broma con una sonrisa)". 

Acomodados ya, se arranca con "me han preguntado en los últimos 20 años por qué no escribía. Y yo les decía que no me apetecía escribir porque mi vida era lo suficientemente placentera y agradable como para encerrarme en una habitación a escribir. Y ahora me preguntan que por qué he vuelto a escribir. Pues porque la poesía sobre todo, porque la prosa tiene un sistema distinto, llega caprichosamente o no llega. Y generalmente llega cuando en la vida de la persona ha habido una crisis del tipo que sea y, cuando pasa la crisis, escribes". 

Y ciertamente, esa era la primera pregunta que quien suscribe iba a plantearle al autor, pero con un matiz: -En su día (concretamente, en septiembre de 2016, cuando regresó a sus artículos en prensa), usted dijo que la poesía es "para los asuntos que te preocupan personal e íntimamente. Y, de momento, yo no tengo ningún problema íntimo que resolver en verso". ¿Qué tiene entonces que resolver ahora con este libro?

-La poesía es caprichosa, ella misma en sí, porque no sabemos lo que es. Nadie ha podido escribir una poética razonable o convincente. La poesía, si tú la persigues, no la coges ni por los pelos, se escapa, y entonces salen poemas artificiosos y sin un fondo de verdad. Y cuando no le haces caso es cuando llega ella misma, sin llamarla. Y eso es lo que me ha pasado después de 20 años. Querer buscar la explicación de los cambios que se han producido en tu vida en los últimos años, la percepción diferente o modificada de la vida, es muy simple. Lo que no es simple es explicar qué es y qué no es poesía. Pero un día me apeteció escribir sobre ciertas cosas, que al fin y al cabo son las mismas de toda la vida desde que eres niño, pero se va teniendo una idea de ellas diferente. Además, los amigos me animaban a escribir un libro aunque fuera el último (ríe). Todo eso favoreció que se escribiera el libro. 

-¿Realmente, es el último o daría para una segunda parte?

-Bueno, no sabemos el día y la hora en que pasaremos al cielo de los justos, pero sí que tengo porque he escrito mucho. Este año he escrito mucho. Tengo otro libro que hay que repasar y que tiene que reposar. 

-Su último libro de poesía fue 'El regreso' (2002, Renacimiento). En 2011 publicó la antología 'Un juego peligroso' (La isla de Siltolá, colección Arrecifes), pero era una recopilación. ¿Por qué lo ha llamado 'Contra el jubilo'?

-Porque la vida, en general, tiene si se suman los momentos gozosos y de melancolía, que no depresivos, pero son muchos más los de melancolía que los de júbilo. El júbilo es muy aparatoso, pero dura muy poco, poquísimo. Y porque las personas que yo he conocido en mi vida, que ya es larga, que están siempre contentas y haciendo un canto a la vida, me parece gente bastante estúpida, que no tienen conversación, ni tan siquiera distraen. Sólo sirven para que te acompañen a una fiesta y depende de qué fiesta. 

-El libro abre con una primera parte dedicada al amor.

-Sí, huyamos del amor aunque esté lejos...

-Le dedica mucho espacio como para huir de él. Vuelve a su lado aunque sea a través de los versos. 

-El amor es muy importante en la vida de las personas. No solamente el amor que entendemos como un enamoramiento, eso también, pero da más sufrimiento que placer, bastante más. El sentirse querido. Yo me he sentido muy desdichado en cualquier época de mi vida en que no me he sentido querido, aunque siempre alguien te quiere. 

-Habla también del odio...

-Los sentimientos humanos son incontrolables la mayoría de ellos, lo que pasa que la educación te hace distinguir el bien del mal, y tú, si odias a alguien no vas y lo matas, que es lo que realmente convendría hacer en una sociedad natural. Pero las pasiones humanas son incontrolables, llegan y van siempre por una razón que a veces se le escapa a uno. 

-Con este nuevo libro, ¿tiene sensación de pérdida o de cierta victoria sobre sí mismo?

-Da una cierta sensación de retener el tiempo. Cuentas cosas que ya han pasado, pero al recordarlas y al escribirlas, sobre todo, las dejas vivas después de ti. El sentimiento de pérdida es humano y general. Todos tenemos la sensación de que el curso de la vida es una pérdida constante, vamos perdiendo cosas. Ganamos alguna, pero por cada una que ganamos perdemos muchas: personas, cosas, ánimo, deseos... Hay muchas pérdidas. 

-¿Cómo se ha quedado después de escribir el libro? ¿Tiene más paz que antes?

-No. El libro no soluciona. Escribir un libro no soluciona absolutamente nada. Lo único que pasa es que tienes la sensación de dejar constancia, es una especie de supervivencia porque si no existiera la idea de la muerte, no existiría ningún arte. Uno hace todas las cosas pensado en la muerte y en vencerla como puedas. 

-¿Es esta obra una forma de vencerla?

-No sé si es una manera de vencerla o no, no la vamos a vencer, pero al dejar constancia de esa mirada tuya, y como lo que le pasa a un hombre le pasa a todos los hombres, en sentido genérico, y no voy a hablar hombre-mujer porque ese es un lenguaje impropio de una persona cultivada; pues es una forma de sobrevivir. Y hay muchas formas, desde descubrir América, el planeta Plutón, y todo se hace para sobrevivir. 

-¿Qué otras maneras tiene de sobrevivir?

-Ah, a mí me gusta muchísimo, desde siempre, muchísimo, el cine, desde niño. Veo mucho cine. Y luego, mis charlas con unos cuantos amigos, cada vez menos, porque llega un momento en que no soportas más que a tres o cuatro personas. 

"Con este libro tengo cierta sensación de retener el tiempo; cuentas cosas que ya han pasado, pero al recordarlas y al escribirlas las dejas vivas después de ti"

-Entre ellos, Fernando Taboada, a quien le dedica el libro. 

-Sí, muy importante. Fernando ha tenido una importancia capital en que acabara el libro. Él era el que me animaba y el que me tuvo que enseñar ciertas cosas del ordenador que se me habían olvidado. Fernando ha hecho juicio de mis poemas, me decía si estaban bien o no resueltos. Fernando me hace además mucha compañía, aunque estemos sentados cada uno en una mesa con nuestras cosas. Él está haciendo ahora la biografía de un personaje de Jerez y yo estoy ordenando mi siguiente libro. 

-En su obra menciona también a Carmen Gallegos.

-Sí. Carmen Gallegos es de las amigas antiguas que se ha mantenido como antigua. Aparte de mi familia, es la única mujer en mi vida. Mi mundo es masculino (ríe) y la conversación que tienes con un amigo difícilmente la puedes tener con una mujer que no sea Carmen Gallegos. Y no quisiera tampoco... que me está entrevistando una mujer..., de la que nunca he tenido queja (ríe). 

-¿En qué momento de la vida se siente ahora mismo?

-(Ríe). Un amigo dice que estamos en lo mejor de lo peor (vuelve a reír). No me siento mal, pero noto que los años te impiden hacer determinadas cosas, ya todo hay que hacerlo muy tranquilo, muy despacio. Noto el paso del tiempo físicamente, pero no me impide todavía hacer las cosas que he hecho siempre, pero más despacio. 

-Es un hombre de rutinas: levantarse temprano, un café, un cigarro, escribir, leer, plantar, comer a veces fruta y pan como Virginia Woolf, la siesta, una charla con amigos en La Moderna...

-La rutina, que no es la monotonía, el hacer todos los días lo mismo pero distinto, todos los días comes, pero no lo mismo; todos los días ves una película, pero no la misma... Esta rutina da un gran bienestar. 

-Usted dice que su mundo real es su casa.

-Sí. Es mejor que la calle. Una casa como ves agradable, lo suficientemente amplia como para cambiar ambientes. Salgo casi todos los días, pero poco tiempo. 

-¿Cómo es su relación con las nuevas tecnologías?

-Ah, procuro no crearme necesidades. Tengo tendencia a engancharme en las cosas. No me causa ningún trastorno. También, he dejado de ver noticiarios, me parecen intrascendentes algunas noticias y otras me generan alarma. Cuando ocurre algo realmente importante te enteras. 

-¿Y cómo es su relación con los libros? Tiene estanterías repartidas por diferentes espacios de la casa, perfectamente ordenadas. 

-Yo tengo una relación particular y personal con todos mis libros (ríe). Con unos más y con otros menos. Los cuido. Una tarde melancólica te la soluciona un libro de láminas de arte, que tengo muchos. El libro siempre fue para mí muy importante. Si yo quiero una información voy al libro en el que sé que está, si no, voy a Internet y ya me dice en qué libro la puedo encontrar. 

-¿Cree que los libros van a desaparecer?

-No. No van a desaparecer, como van diciendo por ahí. Se convertirán en un objeto de arte. El libro es un ritual, leer es un rito, como una cosa casi religiosa, o espiritual al menos. Los libros te hacen pensar.

-Sobre la vejez...

-Es un proceso natural. Pero uno siempre es un niño. "Un poeta es un eterno adolescente", decía Brines. Uno es eternamente un niño, con las necesidades de un niño de sentirse protegido, querido... Yo fui un niño muy querido. Entre las cosas que había que hacer en el campo (vivió hasta la adolescencia en una finca de Macharnudo) era leer. Mi familia leía toda y el niño (es el tercero de siete hermanos) quería imitar a los otros. Una cosa que me hubiera gustado es tocar el piano, pero para mis amigos, no para mí. Nunca lo he hecho. A mí lo que me ha gustado siempre es leer libros que me diera pena que se terminaran. Ya, cuando tenía algo de dinero, me compraba libros. No se forma toda esta biblioteca (y se refiere a las varias que tiene en su casa) si no es toda la vida buscando libros. Me regalan muchos también, he heredado, dono... De vez en cuando hago un escrutinio libresco, cervantino, y quito de en medio algunos. Unos porque son malos, y el libro malo no inspira respeto...

-¿Se relee a sí mismo?

-No. A no ser que tenga que consultar algo de un libro mío. 

-Lo que sí relee cada verano es 'El Quijote'.

-Sí, empiezo el 1 de junio, un capítulo al día, y lo termino a final de septiembre. Siempre descubro algo nuevo en él. Es un libro sin límite. Te está hablando de la especie humana, que no tiene límite tampoco en cuanto a que cada persona es un mundo aparte. 

-¿Busca nuevos autores que leer?

-Generalmente no. Ya hace muchos años que lo que leo son ensayos históricos y literarios. Nunca leo literatura de creación o novelas, salvo las del rey Arturo, un siglo que también es interminable. No busco autores sino asuntos sobre los que leer, a no ser que sea una recomendación de una persona con criterio literario y entonces sí le hago caso. Pero hay una tendencia que ha vuelto que es juzgar a los autores por su vida particular. Es un juicio erróneo. El libro tiene independencia de la ideología, del pensamiento y de las bondades o maldades de su autor. Un libro es bueno o es malo, es divertido o no, distraído o no, y eso uno lo sabe antes de llegar a la página 20 si se te cae de las manos. 

-¿Usted ha sufrido ese juicio?

-Sí, sí. Es fácil caer en ese error porque es un prejuicio y los prejuicios son perezas mentales, no tienes por qué pensar porque ya el prejuicio te lo da hecho. Es muy común. Es un error en el que yo no he caído nunca, incluso cuando era muy joven. 

-¿Qué ha visto de cine últimamente?

-Veo cine casi todos los días, pero sobre todo películas que hace tiempo que no veía, como 'Testigo de cargo', 'Un lugar al sol', 'Perversidad', 'La mujer del cuadro'...

-¿Suele ser por las tardes?

-Sí, sí. Tarde-noche.

-A usted las tardes le han dado mucho, además de premios (fue Premio Nacional de la Crítica (1989) por 'Las tardes'). 

-(Ríe). A mí me dan melancolía las horas entre dos luces. Luego, cuando llega la noche, se me pasa. Sí. 

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