cristina fallarás. escritora

"Casi todos los daños profundos, a nivel social o íntimo, vienen del silencio"

  • La autora presenta el próximo domingo en el Baluarte de Candelaria 'Honrarás a tu padre y a tu madre'

  • En la novela, publicada por Alfaguara, indaga en los secretos de su pasado familiar

La periodista y escritora Cristina Fallarás.

La periodista y escritora Cristina Fallarás. / Margarita del Mazo

-Pertenecer o no pertenecer es la clave sobre la que pivota 'Honrarás a tu padre y a tu madre'. Pero, para hacerlo, es necesario saber.

-No sé si hubo un momento en concreto en el que me diera cuenta de que necesitaba poner luz sobre ciertas cosas. Creo que más bien es algo que se va entendiendo con el tiermpo: no es una epifanía, sino un desplazamiento que va avanzando hasta que llega un momento en el que es insoportable: ¿por qué me estoy haciendo daño? ¿qué está pasando?, te preguntas.

-El caso de su familia -con un abuelo prácticamente entre los ejecutores, y otro en el pelotón de fusilamiento- puede ser excepcional. Lo que no es excepcional es el silencio.

-El del silencio es un patrón que se repite constantemente en esta sociedad. Por eso la sociedad española no es una sociedad limpia, ni democráticamente pulcra: la nuestra es una democracia bastarda; la prueba es que en estos momentos seguimos discutiendo si honrar, o no, los restos de un dictador que estuvo en el poder durante cuarenta años. Es algo que no se ve ni se ha visto en ningún otro país.

-Da la sensación de que las principales lacras de este país las procuraron, no tanto la guerra, sino esos cuarenta años de dictadura.

-Los franquistas y sus herederos, que son muchos, hablan siempre de los dos bandos y de la reconciliación. Dos cuestiones que me espantan. Primero, porque hubo dos bandos, sí, en los que uno pegó un golpe de Estado. Y hubo un bando que, después de haber matado a gran parte del otro, humilló, torturó y vapuleó al contrario. Y no hablamos de cinco años, ni de diez, sino de cuarenta. Esto es básico para entender nuestra fractura.

-Respecto al silencio, a nivel social, uno piensa que ocurre lo mismo que a nivel familiar: te lleva directo a lo disfuncional.

-En todos los horrores, el silencio es siempre la clave. Ocurre en la violencia doméstica, o machista, pero también en la pederastia, en el incesto... Casi todos los daños profundos del comportamiento social o íntimo vienen del silencio. Un silencio que no sólo corresponde a víctima y abusador, sino también a todos los que los rodean.

-Comenta, de hecho, una especie de síndrome...

-Transmisión Generacional del Trauma de la Violencia Política. De él hablan Clara Valverde y Elena Cabrera.

-...que afecta especialmente a los nietos. ¿Por qué?

-Pues no lo sé, pero es un síndrome que se ha estudiado psicológica y políticamente. Imagino que la primera generación es la que ejerce la violencia; la segunda, la que calla, quizá por supervivencia; mientras que los nietos lo que heredan es el silencio y, por tanto, la injusticia. No sólo está el hecho de haber sufrido violencia política en la familia, la sociedad o el núcleo, sino la injusticia que significa que tu gente no la haya combatido. Eres heredera de aquellos que se han callado.

-Hablando de lo que se hereda: tras el "siempre con lo mismo", "dejar atrás el rencor" y las "batallitas", más que buscar los créditos emocionales, parece que lo que hay que buscar son los créditos crematísticos.

-Por supuesto. Gran parte de la explicación del gran apoyo que, a pesar de todo, ha tenido, sigue teniendo y seguirá teniendo el PP, es que una inmensa parte de sus votantes también robaron, ellos o su familia. Envuelto en beaterío, el bando vencedor robó de todo: campos, casas, empresas, fincas, niños, mujeres... Esas personas que robaron o sus descendientes conforman ahora todas las empresas del Ibex y gran parte del mundo financiero: muchos de ellos vienen del franquismo. Y eso respecto a la macroeconomía: a nivel pequeño, en los pueblos, también arrebataron tierras, pensiones... Todo ese delito está sin juzgar, y con ese no juicio se apoya a la dictadura en general. Por eso el discurso de la derecha en este país ha sido siempre el mismo: las cosas "son como son", vienen los otros y nos lo quieren quitar.

-El choque entre ambos mundos lo representan explícitamente las dos abuelas: Presentación y Josefa, 'La Jefa'.

-Quise que fuera así. De hecho, la escena que más me costó escribir fue la de la ropa. Mi abuela Presentación, que se había pasado la vida (desde los siete años) sirviendo, viuda joven de la guerra, entra en el ostentoso salón de su consuegra, mujer que se creía y sabía con derecho a todo, y ve cómo unas criadas le acercan bolsas de ropa que la otra no quiere: "Probablemente las tenga que arreglar, yo soy algo más grande"; "No se preocupe, muchas gracias". Yo estaba allí: como niña, seguramente no tuviera ninguna responsabilidad. Pero la primera vez que vi esa escena, me angustié; y la segunda, ya no: ya lo normalicé, ya había decidido "pertenecer" a mi abuela rica.

-¿Qué les quedaba, como herramientas de supervivencia, a mujeres como Presentación?

-Pues yo entiendo que, precisamente, el silencio y criar a los hijos, sacarlos adelante. No son recursos que me gusten, pero no había otros: en contra de lo que se cree, esos niños no se criaban adoctrinados, no pensaban en su padre asesinado, las viudas no hablaban de eso.

-Hacerlo hubiera sido, también, significarlo.

-Y condenarlo al maltrato, la tortura o la cárcel.

-¿Cómo se sintió al terminar la escritura?

-Pues satisfecha de haber podido hacerlo, aunque la verdadera catarsis vino al verla impresa. La verdadera catarsis de todo aquello iba a ser el compartirlo con más gente: ese es el gesto transformador, contribuir a romper el silencio.

-Al respecto, ¿esperaba la marejada de #cuéntalo?

-Ya vamos por los dos millones de testimonios, era imposible preverlo: eso sí que ha sido una catarsis colectiva. Ahí está el cambio: entre la abstracción del dato y lo testimonial. Tanto en #cuéntalo como en la novela, lo significativo es el uso de la primera persona y lo testimonial. Cualquiera puede decir: "Estoy en contra de la violencia machista", pero lo que hay que decir es "Hola, me llamo Cristina Fallarás y a mí también me han violado". Eso supone un cambio bestial, y de eso se trata. Cuando te han hurtado la memoria, como en la represión de la memoria histórica, el maltrato a la mujer o las dinámicas machistas, lo real sólo adquiere entidad al nombrarse.

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